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terça-feira, 4 de janeiro de 2022

Puterías - César Aira

Y una vez que llegamos a la escena en que estamos cogiendo, ¿qué queda por contar? Coger es la experiencia por excelencia, la experiencia en sí, refractaria a la narración. La mecánica de la cópula es siempre más o menos la misma. La idea de contarla produce una especie de pudor. No es de caballero aburrir al interlocutor con esas viejísimas repeticiones. Queda lo que uno sintió (¡qué lindo! ¡Cómo gocé!) Lo que es bastante repugnante. Y tengo entendido (aunque no sé bien por qué me hice esta idea) que la llave para que el hecho se repita y multiplique es la discreción.


Yo me había tomado dos whiskies y estaba positivamente ebrio. Por lo general tomaba uno, para darme ánimos. Para portarme más como un animal en la cama. Le pegaba y le gritaba obscenidades. Ella quedaba con un aire satisfecho, y yo sentía como si estuviera almacenando todas mis conductas animales, para tener bonitos recuerdos cuando fuera viejo.

Aquí debo decir, ahora que me acuerdo, que a Florencia yo la llamaba “Indonesia”, y a ella, como a cualquier señora casada que no quiere que su verdadero nombre aparezca en sus puteríos, le parecía muy bien.

 
AIRA, César, Un Sueño Realizado

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